En el orfanato, como cada año por estas fechas, todos los niños, menos uno de ellos, escribían su larga carta a los Reyes Magos, con la esperanza de que tras haber sido buenos, su rey preferido les traería todo lo que habían pedido.
Todos los niños, menos uno de ellos, al menos durante el mes de diciembre, intentaban portarse mejor y hacer las cosas bien porque se sentían como observados y sabían que aunque no los vieran, los Reyes Magos o sus Pajes, estarían vigilándolos constantemente.
Antonio se dio cuenta de un detalle que a los demás parecía pasárseles por alto. Que todos los años cada uno de ellos recibía de los Reyes Magos un solo juguete y la mayoría eran balones y muñecos. Y ese año Antonio, quería pedir algo especial, algo diferente y que quizás sí le podrían traer.
Y aunque tenía muchos amigos y era muy querido en el orfanato, pidió la amistad de un amigo porque consideraba que lo que pedía era algo mágico y que si los Reyes quisieran, se lo podrían conceder.
Manuel, otro niño del orfanato, ese año no escribió la carta a los Reyes Magos. No podía...
Tampoco pensó como Antonio o como los demás, en portarse bien y tampoco pensó en jugar con el balón o con el muñeco, porque un día jugando con Antonio, se cayó al subirse a un árbol y se golpeó la cabeza. Ahora se encontraba ausente, en coma. Ya habían pasado seis meses desde que ocurrió aquel fatal accidente y Antonio, perdió a su mejor amigo que ahora se encontraba postrado en una cama sin despertar aún.
Poco a poco, el resto de los niños se fueron enterando de lo que Antonio había pedido a los Reyes Magos y aunque algunos tardaron más, todos cambiaron sus cartas y se apresuraron a escribir una nueva con los mismos deseos de Antonio.
La madre de Manuel, sollozaba y sufría al ver que iba a perder a su hijo, pues sabía que no podría hacer nada por evitarlo, sabía que su hijo iba a vivir. Y ese día le contó a Manuel lo que habían hecho sus compañeros, que habían renunciado a recibir sus juguetes con tal de que él, pudiera jugar otra vez con ellos.
Después de contárselo todo, le dio un dulce beso y llorando abandonó la habitación de su hijo.
A la hora del recreo, todos los niños subieron con la carta en la mano para dejarla en la habitación de Manuel.
Un dulce escalofrío lleno de felicidad, recorrió el cuerpo de los niños…
¡Manuel había despertado y el deseo de todos se había cumplido!
Ahora podrían jugar con Manuel como hacían antes y para ellos fue el mejor regalo que les habían hecho nunca, porque nunca recibieron lo que pedían y esta vez sí.
Además, el día de Reyes, también recibieron su regalo como un año más cualquiera…
Pasaron los años y Antonio que se había casado y tenía dos hijos, valoró y supo darle sentido a aquello que pasó con su amigo Manuel. Ahora era su turno y quería lograr que algún deseo de sus hijos, se pudiera cumplir, para que ellos sintieran esa ilusión y esa felicidad como él mismo la había vivido años atrás.
Manuel recordó aquel día que vio a su madre y que entre lágrimas y sollozos le dio un dulce beso de despedida. Y sabe que algún día, cuando él muera, la volverá a ver. Nunca conoció a sus padres porque murieron en un fatídico accidente de tráfico al poco de nacer él, pero siempre había tenido la sensación de que los tenía muy cerca y en algunos de sus sueños, como aquel día, sabía que ellos estabarían siempre muy cerca...
Aprendió todo lo que tenía que saber sobre la amistad y tras recibirla de los demás juró por siempre mantenerla y aumentarla, aunque para ello tuviera que hacer lo que fuese necesario para ayudar a un amigo.
Haz que se cumplan los deseos de los niños, que en tus manos está su felicidad. Derrocha buenos sentimientos con ellos, que en el futuro, serán unas buenas personas y todo será gracias a ti…
Európides
©Este cuento tiene los derechos reservados por el autor.
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